Salir a la calle con ropa, pañuelos, banderas, paraguas amarillos.
La población dominicana tiene este lunes una preciosa oportunidad de dar una lección a sus líderes políticos, pintando de amarillo todos los ámbitos de la vida cotidiana en atención al llamado de la Coalición por una Educación Digna que viene desarrollando una exitosa campaña por el cumplimiento de la ley que dispone el 4 por ciento del producto interno bruto para la formación de los recursos humanos.
La población dominicana tiene este lunes una preciosa oportunidad de dar una lección a sus líderes políticos, pintando de amarillo todos los ámbitos de la vida cotidiana en atención al llamado de la Coalición por una Educación Digna que viene desarrollando una exitosa campaña por el cumplimiento de la ley que dispone el 4 por ciento del producto interno bruto para la formación de los recursos humanos.
Ya es tiempo de que dominicanos y dominicanas se sacudan de la modorra, la indiferencia y las frustraciones y pasen de las amarguras y maldiciones al reclamo activo, a la participación en jornadas de luchas para mejorar definitivamente la sociedad que estamos legando a las nuevas generaciones. El desafío es especialmente para estas.
Lo que se pide es sencillo, que ejerzamos los derechos de ciudadanía, garantizados en la Constitución de la República y que el pueblo exprese su sentimiento y lance sus reclamos a los cuatro vientos hasta encontrar eco en un sistema político desenfrenado, fundado en el más salvaje pragmatismo de la conveniencia grupal y personal.
Se le pide a las actuales autoridades que pasen de los discursos a los presupuestos para dar vigencia a las mil veces prometida y tantas veces consensuada prioridad en la inversión educativa, como fundamento del desarrollo.
Pero el reclamo toca a todos los que han gobernado el país en las últimas décadas, cuando se deterioró hasta el infinito el sistema educativo.
El lunes amarillo llega justo cuando la Cumbre de Jefes de Estados Iberoamericanos acaba de ratificar las Metas 2021, sobre “La educación que queremos para la generación de los bicentenarios de la independencia latinoamericana”, entre las cuales está “invertir más e invertir mejor” en la formación de los recursos humanos, pero también “reforzar y ampliar la participación de la sociedad en la acción educativa.
Es obligatorio recordar que las naciones latinoamericanas invierten este año más del 5 por ciento de su producto bruto en la educación, mientras República Dominicana permanece en menos de la mitad de ese promedio, ocupando los últimos escalones en las evaluaciones internacionales sobre la calidad de la educación fundamental. Y ni una sola universidad dominicana figura entre las primeras 200 de la región.
Hay que coincidir con el presidente Leonel Fernández en que sólo el aumento de la inversión no resolverá los atavismos de la educación dominicana, pero hay que comenzar por ahí. Juan Bosch una vez recordó el precepto evangélico de que no solo de pan vive el hombre, para concluir en su certeza, proclamando “pero primero es el pan”. No caben argumentos para regatear la demanda de recursos para la educación, que para las obras físicas, para las remodelaciones, para el clientelismo y el dispendio siempre aparecen.
Es cuestión de voluntad política invirtiendo en algo fundamental, aunque los resultados tarden años en verse.
Pero además es porque la ley lo manda y la flamante Constitución proclamada en enero pasado que en el inciso 10 de su artículo 63 proclama: “La inversión del Estado en la educación, la ciencia y la tecnología deberá ser creciente y sostenida, en correspondencia con los niveles de desempeño macroeconómico del país. La ley consignará los montos mínimos y los porcentajes correspondientes a dicha inversión”.
Como ya la Ley General de Educación consigna el monto mínimo del 4 por ciento del producto, pasarlo por alto equivale a una flagrante violación de la carta magna que el presidente Fernández se empeñó en hacer aprobar y proclamar.
Lo que se pide para el éxito de la jornada de este lunes 6 de diciembre es que salgamos a las calles con todo género de ropa, corbatas, pañuelos, banderas, paraguas, o cintas amarillas, que los colguemos de los automóviles y proclamemos que queremos una educación digna y sin exclusiones para todos los dominicanos.
A los más decididos se les pide que vayan en la mañana frente al edificio del Ministerio de Educación, en la avenida Máximo Gómez, y que en la tarde se manifiesten pacíficamente en la esquinas de mayor confluencia.
El desafío está lanzado y el que no se manifieste este lunes que calle para siempre.
Que encendamos siquiera velitas en vez de vivir maldiciendo la oscuridad.
Escrito por Juan Bolívar Díaz.-